Túnez, 25 ago (EFE).- El ataque directo que lanzó al Parlamento, al que acusa de ser "una amenaza para el país", y su decisión de no restaurar la normalidad democrática y mantener de forma indefinida los poderes excepcionales que se arrogó hace un mes han sumido a Túnez en la incertidumbre y multiplicado la preocupación de la comunidad internacional por la deriva autoritaria emprendida por el presidente de la República Kaïes Said.
A la espera de una reacción oficial por parte del partido conservador de tendencia islamista "Ennahda", primera fuerza en la Cámara -ahora suspendida- y principal apoyo del depuesto primer ministro, Hichem Mechichi, ha sido la Unión General de Trabajadores Tunecinos (UGTT), el sindicato más poderoso e influyente, el que ha advertido al mandatario del peligro que la actual situación supone para la reputación y la economía nacional.
En declaraciones a los medios locales, su portavoz, Sami Tahri, insistió en la necesidad de acabar con "un vacío que solo conduce a un desequilibrio en el trabajo de las instituciones estatales y de la administración".
Y conminó al presidente a establecer una ruta con el pueblo tunecino "una vez que el periodo de excepción ha cumplido su misión".
LA ENCRUCIJADA DE ENNAHDA
Más contundente se muestra un amplio sector de "Ennahda", que en privado denuncia la maniobra del presidente como un "golpe de Estado" que amenaza diez años de revolución, transición, democracia y progreso.
Pero que se ve impotente para frenar su estrategia a causa de las divisiones en el movimiento, escindido entre los partidarios de mantener la línea moderada, apegada al juego democrático, y aquellos más radicales, próximos al salafismo, que prefieren una línea hostil de confrontación.
El partido, que aún tiene gran capacidad de movilización popular, se ve condicionado, asimismo, por los problemas de salud de su histórico líder y presidente del Parlamento, Rachid Ghannouchi -hospitalizado dos veces en las últimas semanas- y el pulso que las distintas corrientes libran por la sucesión.
Analistas locales y foráneos en la zona coinciden en señalar que el grupo se haya frente a una encrucijada que marcará su destino, obligado a aguantar las presiones y seguir trabajando en la senda del proceso democrático si quiere tener un futuro.
El gran peligro es que la apuesta del presidente por el autoritarismo, como ocurrió en Egipto, abra la puerta de nuevo al islamismo radical y violento, fuertemente enraizado en el país, añaden.
EL EJEMPLO DE GAULLE
En este contexto de inseguridad democrática, con los partidos políticos también en el punto de mira del presidente, la sensación es que el mandatario es el único que tiene una hoja de ruta clara y que el objetivo de la misma sería remodelar la república democrática actual y convertirla en un sistema presidencialista, como hiciera tras la Segunda Guerra Mundial el general francés Charles de Gaulle.
"Said, como jefe de estado, se encontró gradualmente aislado frente a un parlamento electo. Estaba molesto por las fuertes prerrogativas del parlamento y se volvió cada vez más hostil hacia él. Y también hacia las dos instituciones constitucionales que se crearon durante la presidencia de Beji Caid Essebsi", considerado el fundador en 2014, junto a Ghannuchi, de la Tercera República, explica el prestigioso periodista Abdenour Toumi.
"Ahora, utiliza el mismo argumento político sobre la inestabilidad de las instituciones que el general Charles de Gaulle utilizó en Francia en 1958 para cambiar la constitución de 1946 y acabar con el sistema semiparlamentario", resalta.
" A medida que pasan los días, es evidente que Túnez está más dividido que antes del 25 de julio, y que el golpe suave de Said ha allanado el camino de la forma que él quiere, y no de la forma que quiere Ennahda. Said continúa nombrando figuras leales para altos cargos policiales y de seguridad nacional en el estado", advierte.
PREOCUPACIÓN INTERNACIONAL
Una senda hacia el absolutismo que el mandatario no ha abandonado no siquiera ante los requerimientos de Estados Unidos y la Unión Europea para que restablezca la democracia en un país que está considerado el faro de los derechos y las libertades en el mundo árabe.
"Estamos muy preocupados ante lo que está ocurriendo. Es una deriva peligrosa que puede llevar a replantear las relaciones", asegura un diplomático de la Unión Europea, principal socio económico de Túnez, que prefiere no ser identificado.
De forma paralela, Said ha incrementado sus contactos con los países árabes, en particular con Arabia Saudí, cuna del wahabismo radical, en busca de apoyo político y asistencia financiera que ayude a paliar la aguda crisis económica que padece Túnez desde los atentados yihadistas de 2015.
Su maniobra se produjo en medio de una negociación con el Fondo Monetario Internacional (FMI) para la concesión de un nuevo préstamo multimillonario, ahora en el aire.
Javier Martín