Cap-Haitien (Haití), 22 jul (EFE).- La misa celebrada este jueves en la catedral de Cap-Haitien en honor al asesinado presidente de Haití, Jovenel Moise, y las velas encendidas en su memoria dieron paso a protestas moderadamente violentas en el centro de la ciudad, donde barricadas en llamas marcaron la víspera de su entierro.
El norte de Haití, de donde era oriundo el jefe de Estado, ha mostrado un mayor sentimiento por el mandatario que el resto del país, donde la población se ha mostrado más indiferente ante el magnicidio, ocurrido en la madrugada del 7 julio en su residencia, asaltada por un comando armado.
EN LA VÍSPERA DEL ENTIERRO
El ambiente en Cap-Haitien, la principal ciudad del norte del país, se fue calentando en los últimos días y la chispa se prendió a primeras horas de la tarde, después de que los partidarios más fanáticos del mandatario entrasen en la catedral para agitar el ambiente antes y durante la homilía.
Nadie se inmutó por el elevado tono de quienes clamaban justicia por Moise o por los lamentos de alguno de los presentes, que dieron rienda suelta a su histrionismo mientras se leía la palabra de Dios y se elevaban cánticos por el alma del mandatario.
El funeral se realizará este viernes en la residencia de la familia de Moise, a unos pocos kilómetros de la ciudad, pero la inminente sepultura del presidente ha enardecido los ánimos de sus seguidores, que no quieren que se entierre a su líder hasta que se haga justicia.
Las movilizaciones han dado al traste con la agenda conmemorativa prevista por las autoridades para la tarde de este jueves, en la que esperaban llenar las principales calles del municipio con una marcha pacífica que terminaría en la Plaza de Armas, la principal de Cap-Haitien, con un simbólico encendido de velas.
ARDEN LAS CALLES
Sin embargo, no fue la cera lo que finalmente ardió, sino cientos de neumáticos que bloquearon toda la ciudad, mientras los manifestantes clamaban justicia y señalaban a toda persona de piel blanca.
El hecho de que el comando que tiroteó a Moise en su residencia, hiriendo también a su esposa, Martine Moise, fueran de nacionalidad colombiana hace que los lugareños sospechen de cualquier extranjero.
"Colombianos vienen aquí a Haití para matar al presidente. Eso no es bueno, colombiano no bueno", repetía frente a la cámara de Efe Billy Joseph, un manifestante que se esforzaba por hablar español.
La ciudad "está caliente porque el presidente de nosotros está muriendo, está matao. Aunque el presidente no (era) bueno, es presidente de nosotros", afirmó.
La presencia de la Policía en uno de los puntos más calientes de la protesta, en las inmediaciones del Puente Calle 5 del malecón, impidió que se desatara la violencia, aunque la quema no ha parado, con la incesante llegada de personas haciendo rodar o acarreando los neumáticos que siempre se usan como combustible para las barricadas en llamas.
LA INSISTENCIA DE ESTADOS UNIDOS
Mientras tanto, desde Estados Unidos se ha insistido, una vez más, en la importancia de establecer las condiciones necesarias para celebrar "tan pronto como sea viable" unas elecciones legislativas y presidenciales "libres y justas".
Así se lo expresó el secretario de Estado de EE.UU., Antony Blinken, al nuevo primer ministro de Haití, Ariel Henry, durante una conversación telefónica que tuvo lugar dos días después de la toma de posesión del jefe de Gobierno.
Según un comunicado, Washington reiteró su apoyo al pueblo de Haití tras el "atroz" asesinato de Moise e insistió en su compromiso de trabajar con el Gobierno haitiano, con el que ya colabora en la investigación del magnicidio, al igual que las autoridades colombianas.
De esa nacionalidad eran, según las pesquisas, la mayor parte de los integrantes de un comando de 26 mercenarios que irrumpieron en la residencia presidencial en la madrugada del 7 de julio, sin hallar resistencia por parte de las fuerzas de seguridad que custodiaban la mansión, situada en el sector de Pelerin, en Puerto Príncipe.