En varias de mis columnas anteriores había hecho referencia al concepto de que en medicina se debe valorar los beneficios versus los riesgos ante cualquier opción de tratamiento.
En nuestra profesión también consideramos el juramento Hipocrático en el que se menciona como principio el hecho de no causar daño.
Recuerdo incluso a un profesor en la facultad de medicina que iba más allá y nos decía citando a Hipócrates: “hacer daño nunca, curar cuando se puede aliviar siempre”.
Todos estos valores éticos se refieren a explicar cómo los médicos tomamos decisiones y hacemos recomendaciones a nuestros pacientes teniendo en cuenta que la medicina no es una ciencia exacta.
Estos principios y valoraciones de beneficios versus riesgos se han hecho más evidentes durante la pandemia de COVID-19 y más recientemente con las vacunas.
Hoy en día contamos con tres inyecciones contra el COVID-19 aprobadas en los EE.UU.
-Pfizer, aprobada para mayores de 12 años, requiere dos dosis 21 días aparte.
-Moderna, solo autorizada para mayores de 18 años con solicitud de aprobación para su administración en mayores de 12, requiere dos dosis 28 días aparte.
-Johnson & Johnson, aprobada para mayores de 18 años, solo necesita una dosis.
Para que estas vacunas fueran aprobadas, debieron demostrar ser efectivas y seguras.
Durante varios meses, miles de voluntarios participaron en los estudios de investigación, certificando que son “seguras y eficaces”. Los primeros ensayos incluyeron adultos.
Después de haber sido aprobado su uso y administradas a millones de personas en los EE.UU. y en el mundo entero, se hicieron investigaciones en jóvenes mayores de 12 años, demostrando que también son “seguras y eficaces” en este rango de edad.
En cuanto a los efectos secundarios reportados, son todos mínimos y temporales, incluyendo fiebre, dolores musculares y articulares, dolor y enrojecimiento en el sitio de inyección, malestar general y agotamiento, que parecen ser más frecuentes después de la segunda dosis.
De todas formas, los efectos secundarios son transitorios y no duran más de 48 horas.
Las agencias reguladoras, los científicos y todos los médicos seguimos monitoreando en caso de que se lleguen a presentar efectos secundarios mayores.
Para este mes de julio, habrá probablemente más de 150 millones de personas vacunadas en los EE.UU. y más de 1,000 millones en el mundo entero.
El que estas inyecciones hayan sido administradas en tantos millones de personas a nivel nacional y global confirma que son seguras y eficaces.
Algunas personas tienen miedo a vacunarse. Si hay que tenerle temor a algo, es a la enfermedad producida por el COVID-19.
Las vacunas no producen la enfermedad; por el contrario la previenen.
El coronavirus ha demostrado ser de alto contagio, de alto riesgo de hospitalización y de alta mortalidad, especialmente en los casos por variantes genéticas como las de Brasil, el Reino Unido, Sudáfrica e India.
Incluso, aquellos recuperados de la enfermedad han quedado con efectos a largo plazo.
Un tercio de los pacientes hospitalizados por COVID-19 presentan cambios pulmonares un año después.
Los estudios de las tres vacunas Pfizer, Moderna y Johnson & Johnson han demostrado una eficacia para proteger contra el COVID-19 y especialmente contra las complicaciones que llevan a la hospitalización, intubación y muerte entre un 95 y 100%.
Aquellas personas que reciban la vacuna tienen prácticamente una probabilidad cercana a cero de enfermarse gravemente, ser hospitalizados o llegar a morir por COVID-19.
En el área de medicina siempre estamos tomando decisiones poniendo en una balanza los beneficios versus los riesgos que un tratamiento o una intervención pueden tener.
En el caso de las vacunas contra el COVID-19, no solo el beneficio de su administración sobrepasa los riesgos de efectos secundarios.
La inmunización anticovid sobrepasa el riesgo de no ponérsela y contraer la enfermedad.
Se espera que en los meses venideros el curso del plan de inmunización en EE.UU. y en el mundo entero continúe aumentando, especialmente en poblaciones de alto riesgo como las comunidades latinoamericanas.