Johannesburgo, 11 nov (EFE).- El último presidente blanco de Sudáfrica, Frederik Willem de Klerk, el líder afrikáner que propició el fin del sistema racista del "apartheid", murió este jueves de cáncer a los 85 años, dejando tras de sí un legado controvertido pero crucial para la historia de la conocida como "nación arcoiris".
"Con gran pesar, la Fundación de Klerk debe anunciar que el expresidente FW de Klerk murió en paz en su hogar en Fresnaye (un suburbio de Ciudad del Cabo, en el suroeste de Sudáfrica) esta mañana, después de su lucha contra un cáncer mesotelioma", transmitió hoy esa institución en un comunicado.
El propio De Klerk había anunciado que se le diagnosticó esta enfermedad -un cáncer poco común que afecta al mesotelio, el tejido que recubre los pulmones, el estómago, el corazón y otros órganos- en coincidencia con su último cumpleaños, el pasado 18 de marzo.
Presidente de Sudáfrica entre 1989 y 1994, De Klerk fue el líder que abrió la puerta al desmantelamiento del régimen segregacionista del "apartheid" a comienzos de 1990, en un escenario de gran presión internacional y después de más de cuatro décadas de opresión total para la mayoría "no blanca" del país.
"Nuestro país y su gente han estado enredados en conflictos, tensiones y luchas violentas durante décadas. Es tiempo de que salgamos del ciclo de violencia y nos abramos camino hacia la paz y la reconciliación. La mayoría silenciosa lo ansía", sostuvo en su discurso más recordado, el del 2 de febrero de 1990 ante el Parlamento sudafricano.
Ese día, aquel hombre pragmático y de partido del que los activistas antiapartheid esperaban poco desencadenó la transición que llevaría a Sudáfrica desde uno de los regímenes más brutales y racistas de la historia contemporánea a una democracia multirracial.
Fue también la fecha en la que anunció una noticia que el mundo entero esperaba: la liberación, sin condiciones, del hombre que se había convertido en el rostro de la lucha contra la opresión de la minoría blanca, Nelson Mandela.
Los dos juntos recogerían en 1993 el Nobel de la Paz "por su trabajo por un fin pacífico del régimen del 'apartheid' y por sentar los cimientos para una nueva Sudáfrica democrática", según apuntó el comité del premio.
Un año después, la celebración de las primeras elecciones multirraciales convirtió a Mandela en el primer presidente negro del país y a De Klerk en uno de sus dos vicepresidentes, dentro de un gobierno de unidad acordado previamente.
Pero pese a sus logros, De Klerk deja tras de sí un legado conflictivo para un país en el que la herencia del "apartheid" aún está muy presente en forma de grandes desigualdades socioeconómicas.
UNA FIGURA CLAVE PARA LA DEMOCRACIA CON UN LEGADO CONTROVERTIDO
"Desempeñó un papel crucial en abrir el paso a la democracia en nuestro país", destacó hoy el presidente sudafricano, Cyril Ramaphosa, durante una comparecencia ante los medios a la salida de una sesión del Parlamento que había comenzado al poco de confirmarse la muerte de De Klerk.
Como él, otras figuras políticas e instituciones sudafricanas e internacionales recordaron sus logros como un punto de giro histórico fundamental para Sudáfrica.
Pero en la nación austral tampoco se dejó de recordar hoy el daño que causó el "apartheid" ni de criticar las veces que De Klerk, ya en democracia, intentó justificar las leyes racistas o incluso su negativa el año pasado -luego retirada- a reconocer aquel sistema como un crimen contra la humanidad.
"Desperdició las muchas ocasiones que tuvo para reconciliarse con todos los sudafricanos admitiendo la amplitud total del daño causado por el 'apartheid'. Ese daño está con nosotros hoy. Somos, de muchas maneras, una sociedad rota", manifestó en un comunicado Piyushi Kotecha, directora ejecutiva de la Fundación del otro Nobel de la Paz de Sudáfrica, el arzobispo Desmond Tutu.
"Es como nuestro fundador, el arzobispo emérito Desmond Tutu, ha dicho: el señor De Klerk podría haber quedado para la historia como un verdadero gran hombre de Estado sudafricano, pero erosionó su estatura y se quedó como un hombre pequeño, al que le faltaba magnanimidad y generosidad de espíritu", agregó.
Precisamente en respuesta directa a sus críticos, el propio De Klerk había dejado grabado un "último mensaje" en un vídeo que su fundación difundió hoy de manera póstuma.
En él admitía haber tenido posturas insensibles en el pasado, pero reiteraba la sinceridad de sus peticiones de perdón.
"Dejadme hoy, en este último mensaje, repetir: yo, sin reservas, me disculpo por el dolor, el sufrimiento, la indignidad y el daño que el 'apartheid' trajo", recalcaba el líder afrikáner.
"Lo hago no solo en mi capacidad de antiguo líder del Partido Nacional (el que construyó y mantuvo el 'apartheid'), sino como individuo", agregaba un De Klerk ya visiblemente debilitado por el cáncer que finalmente causó su muerte.
Nerea González