Misano Adriático (Italia), 22 oct (EFE).- La curva once del trazado malasio de Sepang nos privó el 23 de octubre de 2011 de la presencia de uno de los pilotos llamados a ser una de las grandes estrellas del motociclismo mundial en una época en la que su compatriota, Valentino Rossi, era la gran figura de un deporte en el que enseguida sobresalió su paisano Marco Simoncelli, "Supersic".
Su característica melena cardada, su agresiva manera de pilotar y sus resultados, enseguida permitieron destacar al piloto nacido en una de las mecas del motociclismo italiano, en las costas del Adriático, en Cattolica, cerca, muy cerca, del circuito que ahora lleva su nombre, el "Marco Simoncelli Misano Adriático World Circuit" y, como no, cerca, muy cerca, de la fundación creada por su familia, con su padre Paolo, a la cabeza en la localidad de Coriano, en donde residía fuera de las carreras.
Marco Simoncelli tuvo una carrera ascendente muy rápida y tras su obligado paso por los 125 c.c. en donde logró la quinta plaza final en la temporada 2005, dio el salto a los 250 c.c., por entonces categorías que se disputaban sobre motos con ciclo de combustión de dos tiempos y en donde la mano de la fábrica italiana Gilera, en realidad una Aprilia con esos colores que bien se podría decir que renació para despuntar de su mano, consiguió su primer y único título mundial en 2008.
Controvertido, con un carácter y forma de ser personal muy extrovertida y cercana a todo el mundo, pero también con un agresivo pilotaje en pista, "Supersic" fue el centro de las críticas de sus rivales en más de una ocasión, lo que no supuso un demérito para alcanzar el que era su gran objetivo, llegar a la categoría reina del motociclismo mundial, por entonces ya MotoGP.
Unas motos de cuatro tiempos que crecían año tras año y en las que todavía se "experimentaba" con los cada vez más novedosos sistemas electrónicos de control de multitud de los parámetros y reacciones de la moto, uno de los cuales, el control de tracción, acabó siendo su perdición.
Y es que Marco Simoncelli fue uno de los primeros en intentar sacar provecho del sistema de control de tracción, aquél que permitía recuperar la moto en una caída cuando la rueda trasera "detectaba", nuevamente, el contacto con el suelo.
Simoncelli llegó a MotoGP de la mano de Honda y del equipo de su compatriota Fausto Gresini, con el que consiguió la octava posición al final de su primera temporada en la "categoría reina", en 2010, y un año más tarde, tras el obligado "rodaje" en la categoría, debía ser el de su confirmación.
Siempre acompañado por su padre, Paolo Simoncelli, quien aún hoy continúa en los grandes premios con una pequeña escudería en la categoría de Moto3, y siempre con el único objetivo de mantener viva la figura de su hijo para honrarle de la mejor manera posible y casi de la única que conoce, además del museo creado en torno a la figura del piloto en la localidad de Coriano y que merece la pena ser visitado.
2011 comenzó para Marco Simoncelli con una serie de altibajos pues a la quinta plaza en la carrera inaugural de Catar se unieron una serie de "ceros" en las siguientes carreras y la quinta plaza parecía ser su "tope", hasta que logró su primer podio de la categoría reina -tercero- en la República Checa y luego el segundo peldaño en Australia.
Desde ahí, el campeonato del mundo viajó hasta el trazado malasio de Sepang, penúltima cita de la temporada, al que Marco Simoncelli llegó con la moral por las nubes. Una quinta posición de entrenamientos le permitió salir desde un buen emplazamiento a la carrera y su ambición de mejorar le llevó a pilotar de manera muy agresiva, lo que en la segunda vuelta, en la curva once, le hizo rodar por los suelos, pero aferrado a los semi-manillares de su moto intentó recuperar la posición y lo logró, pero de manera descontrolada y lanzando el vehículo de un lado a otro de la pista.
Por paradojas de la vida en su camino se encontró con quien era uno de sus grandes amigos y el ídolo a seguir, Valentino Rossi, quien no pudo esquivar la moto de "Supersic" y lo embistió de manera brutal a la altura de la cabeza y el cuello, como también el estadounidense Colin Edwards, quien rodaba prácticamente pegado a Rossi y que tampoco pudo evitar embestirlo.
Nadie dudó de que se mascaba la tragedia. Marco Simoncelli quedó tendido, inerte, sobre el asfalto de Sepang y aunque las asistencias médicas, tanto en pista como posteriormente en la clínica del circuito intentaron reanimarlo, tuvieron que acabar certificando su defunción.
Apenas un año antes nose había dejado el simpático piloto japonés Shoya Tomizawa y ahora era Marco Simoncelli, un "nuevo referente" de MotoGP, el que dejaba vacío un espacio en la categoría de MotoGP y recordaba de alguna manera que cada vez que los pilotos se suben a sus motos, sea en el campeonato que sea, lo hacen para jugarse la vida, por muchas medidas de seguridad y precauciones que se tomen.
Juan Antonio Lladós