Toda una nueva generación ha crecido luego de aquellos gritos e imágenes en principio inexplicables que despertaron al mundo la mañana del 11 de septiembre de 2001.
Diversos ataques terroristas casi en simultáneo fueron escogidos en contra de los símbolos de la defensa y actividad económica de los Estados Unidos: el Pentágono y el Centro Mundial de Comercio (World Trade Center).
Las icónicas torres colapsaron en cuestión de horas, luego que dos aviones con vuelos comerciales –el 11 de American Airlines y el 175 de United Airlines– fueran secuestrados y piloteados por terroristas.
El primero chocó con la torre norte y el segundo contra la torre sur, los dos edificios más famosos en el mundo por su importancia financiera: las torres gemelas.
Un tercer vuelo, el 77 de American Airlines, fue dirigido hacia el Pentágono.
Poco tiempo después, la agrupación terrorista Al Qaeda –a mando de Osama Bin Laden, ex agente de la CIA– se adjudicó la autoría del atentado.
La búsqueda y captura de Bin Laden fue larga e infructuosa.
Pasaron dos gobiernos hasta que finalmente pudo ser encontrado.
El 2 de mayo de 2011, bajo la administración de Barak Obama y tras un paciente trabajo de inteligencia que incluyó a un grupo especial de la marina estadounidense y la CIA, Osama Bin Laden fue encontrado en Abbottabad, al norte de Pakistán.
El terrorista internacional fue asesinado durante el operativo.
El agente que lo ultimó fue Robert O’Neill. Leon Panetta, jefe de la CIA, supervisó las acciones en tiempo real desde Virginia.
Luego de someter el cuerpo de Bin Laden a pruebas de ADN y comprobar su identidad, éste fue arrojado al mar.
El gobierno decidió no mostrar fotografías del cuerpo, ni tampoco los resultados de dichas pruebas de identificación, lo cual desató algunas críticas.
Como consecuencia de los ataques del 11 de septiembre murieron casi 3,000 personas.
Ambas torres quedaron totalmente destruidas. Se decidió no volver a erigir edificios similares, sino un área de tributo a los fallecidos.
Al lado de esta enorme hendidura revestida de placas con los nombres de las víctimas, se construyeron dos edificios.
Estos tienen ahora tanto tiendas como un museo, así como una estación subterránea de transporte.
El sistema de seguridad en todo aspecto –terrestre, marítimo, pero sobre todo aéreo– en los Estados Unidos nunca volvió a ser el mismo.
El tiempo de asistencia para viajar por avión se triplicó debido a las redobladas medidas de seguridad. El tránsito regular en Nueva York también se vio restringido.
Han pasado 19 años y aún quedan cabos sueltos respecto a algunos detalles de la muerte del terrorista que dejó incompletas a tres mil familias: si Bin Laden estaba armado, si pudo ser detenido en vez de ser asesinado, etcétera.
Lo cierto es que miles de inocentes, blancos de su feroz atentado, no tienen más respuestas que el dolor por un ataque que cambió sus vidas y la historia de Estados Unidos para siempre.