Roma, 31 oct (EFE).- El G20 de Roma era el primer gran evento de Mario Draghi como primer ministro de Italia y al final el economista se ganó los elogios de sus homólogos, alzándose como un adalid del multilateralismo y de un planeta ante su transición ecológica.
Son galones que le han puesto otros y que él minimiza, fiel a su estilo cáustico. De hecho en la rueda de prensa final de la cumbre alguien se atrevió a preguntarle si se sentía un verdadero líder del multilateralismo, a lo que él respondió, tajante: "Es fácil, no".
Pero, a lo largo de este fin de semana, con sus numerosos discursos, ha demostrado sus desvelos sobre la necesidad de que los países del mundo aparquen sus diferencias y colaboren codo con codo en temas como la sanidad y la emergencia climática.
"Es bonito veros", aseguró el siempre hierático Draghi ante sus socios en la apertura de la cumbre, sobre todo, dijo, después de varios factores que han dividido el mundo en los últimos tiempos: una pandemia inédita, el proteccionismo y el nacionalismo al que dio rostro el ya expresidente de Estados Unidos, Donald Trump.
El prestigioso economista (Roma, 1947) está acostumbrado a los mentideros internacionales por su etapa como presidente del Banco Central Europeo (2011-2019), cuando capeó la crisis del euro y ahora, como primer ministro, la presidencia de turno del G20 le ha brindado una ocasión para presentarse, aunque sea involuntariamente, como referente internacional.
"El multilateralismo es la mejor respuesta a los problemas que vemos en la actualidad y en muchos casos la única respuesta posible (...) No es una opción. Debemos superar nuestras diferencias y reencontrar el espíritu del consenso", espetó a sus pares del G20.
Pero también aparece como líder europeo, una vez se cumpla la marcha de la canciller saliente de Alemania, Angela Merkel, dueña y señora de la política del continente en la última década y media y con la que mantiene una total sintonía, perceptible durante todo este fin de semana.
La organización del G20 le ha supuesto los elogios del presidente de Estados Unidos, Joe Biden, o del primer ministro británico, Boris Johnson, y además le sirvió para escenificar con un apretón de manos el deshielo con el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, a quien en abril llamó "dictador" sin tapujos.
El presidente francés, Emmanuel Macron, celebró "el liderazgo" de Draghi en el mundo pospandémico y, aunque no logró la presencia física en el G20 de los presidentes de Rusia, Vladimir Putin, y de China, Xi Jinping, sí que intervinieron por vídeoconferencia.
Incluso uno de los aliados más incómodos de su coalición, el ultraderechista italiano Matteo Salvini, le dio públicamente las gracias por "devolver el prestigio internacional" al país.
LOS TRES ACUERDOS DE ROMA
El resultado final de la conferencia han sido tres acuerdos que no se daban por descontados, aunque tampoco sean revolucionarios.
El primero tiene que ver con el medioambiente, un tema que le preocupa sobremanera, como demuestra el hecho de que su Gobierno incluya el primer Ministerio de Transición Ecológica de Italia.
El G20, entre ellos Estados Unidos, China, Rusia, India, Argentina, Alemania y Francia, se han comprometido a respetar el objetivo de los Acuerdos de París de limitar a 1,5 grados el calentamiento global, algo a lo que algunos se resistían.
Pero también se ha plasmado sobre el papel el acuerdo para un impuesto mínimo global a las multinacionales y la voluntad de repartir vacunas a países pobres y alcanzar el objetivo de vacunar al 70 % de la población mundial para el 2022.
Porque, según defendió ante sus socios, las diferencias emergidas más que nunca con la pandemia son "moralmente inaceptables" y "minan la recuperación global".
Todos estos pactos han sido gracias a la labor de los mediadores, a los que Draghi agradeció públicamente para destacar la importancia de abordar los temas de calado de forma conjunta.
Para Draghi, la emergencia más acuciante es la batalla contra el cambio climático y por eso no ha dejado de animar a sus socios en avanzar en ese sentido.
Sus llamamientos de algún modo, según reconoció en la rueda de prensa final, están inspirados por "un aliado" de excepción, el papa Francisco, que ilustró esta visión ecologista en la encíclica "Laudato Sí".
Al final, sus sueños de cooperación quedaron plasmados para la posteridad en el lugar donde se piden los deseos en Roma, la Fontana de Trevi, lanzando al agua la moneda que dicta la tradición junto a muchos de sus socios de club.
Gonzalo Sánchez y Laura Serrano-Conde