Montevideo, 5 mar (EFE).- Sin una cancha propia donde generar "procesos permanentes", la selección uruguaya de balonmano encuentra en su país una realidad muy distinta a la de la mayoría de los equipos a los que se enfrentó este año en el Mundial de Egipto.
Con una plantilla conformada por cuatro deportistas que actúan en la División de Honor Plata de España y otros que lo hacen de manera amateur en Uruguay, el conjunto sudamericano se midió en Egipto con los mejores profesionales del mundo.
Allí, apenas cosechó una victoria frente a un rival que no se presentó y encajó ocho derrotas, algo que no sorprendió a su entrenador, Jorge Botejara, quien reconoce "muy buenas condiciones" de sus jugadores, pero apunta que, en muchos momentos, parece que compitieran con el británico Lewis Hamilton, actual campeón del mundo de Fórmula 1, con un automóvil de calle.
En entrevista con Efe, él y el capitán del equipo, Nicolás Fabra, rememoran una imagen que dio la vuelta al mundo: los seleccionados interpretando el himno uruguayo a capela cuando este dejó de escucharse por los altavoces en la previa de varios encuentros del Mundial.
UN VEHÍCULO NUEVO
Según explica el entrenador uruguayo, en el país no hay espacio físico ni infraestructura para poder entrenar de la forma correcta.
"La principal carencia en el balonmano uruguayo es que no disponemos de una cancha propia donde generar los procesos permanentes que nos permitan generar nuestros niveles de rendimiento", apunta.
En su misma línea, Fabra cuenta que entrenarse es "un sacrificio constante", porque muchos lo hacen después de trabajar ocho horas, de ir a la universidad o incluso luego de hacer ambas cosas.
"Es todo por pasión, todo por ganas, nadie nos regala nada", asegura.
De acuerdo con esto, explica que durante el Mundial los deportistas uruguayos hablaron con sus pares de otros equipos y estos no podían creer lo que ellos hacen por amor a su deporte.
"Para ellos es algo más que común ir a entrenar, tener todo a su disposición, gente que trabaja para que ellos se puedan desarrollar. Acá es todo a pulmón, todo lo hacemos nosotros, todo lo hacemos con ganas, con sacrificio", agrega.
Por otro lado, Botejara subraya que en Uruguay hay otros importantes desafíos para la política deportiva como, por ejemplo, el hecho de lograr un sistema integrado que permita detectar talentos en todo el país.
De esta forma, apostilla que se lograría que estos se trasladen a la capital para "desarrollarse dentro de sus posibilidades deportivas".
UN MUNDIAL QUE DEJÓ MUCHO
De nuevo en los entrenamientos de sus equipos y un poco más de un mes después del final del Mundial -cuyo podio estuvo integrado por Dinamarca, Suecia y España-, los uruguayos recuerdan todo lo bueno que dejó la aventura de Egipto.
Según puntualiza Botejara, este le dio a Uruguay "una visibilidad muy importante" y le abrió la puerta de equipos del exterior a otros deportistas.
"Los resultados son absolutos, nosotros perdimos por diferencias importantes de goles, pero nuestro nivel de rendimiento fue muy bueno y óptimo en relación a nuestras posibilidades, que eso era una exigencia que nosotros nos pusimos. Cerramos muy contentos con el proceso", enfatiza.
Fabra, por su parte, recuerda que el momento de salir a la cancha para enfrentarse con Alemania en el primer encuentro de la copa fue uno de los más emocionantes.
Para el capitán fue "increíble" medirse con jugadores que antes veían por la televisión y a los que tienen como inspiración.
También, recuerda el "emocionante" momento vivido en el encuentro en el que no sonó por los parlantes el himno uruguayo y junto a sus compañeros decidieron cantarlo a capela -algo que después ocurriría en otro partido más-.
"Tuvo mucha carga emotiva", sostiene Fabra, quien cree que parte de eso se dio por "las ganas, la energía y la garra" que le surge a los uruguayos en las situaciones adversas.
