Puno (Perú), 20 nov (EFE).- El medallista paralímpico francés Théo Curin, a quien le amputaron las extremidades de niño por una meningitis, ha hecho historia este sábado al completar junto a otros dos expertos nadadores la travesía más larga jamás hecha en el lago Titicaca, con 120 kilómetros nadados entre Bolivia y Perú.
Nadie antes se había atrevido a nadar la distancia que separa Copacabana (Bolivia) de las islas flotantes de los Uros frente a la bahía de Puno (Perú), en un recorrido por gélidas aguas a 3.800 metros sobre el nivel del mar, y menos aún en total autonomía, sin recibir ayudas durante la travesía.
En esta intrépida aventura marcada por las duras condiciones climáticas, Curin, de 20 años, tuvo como escoltas a la nadadora Malia Metella, cinco veces campeona de Europa y medallista olímpica en Atenas 2004; y al aventurero Matthieu Witvoet, quien en 2017 viajó 18.000 kilómetros en bicicleta donde recorrió 17 países.
Entre los tres arrastraron a lo largo de todo el recorrido una balsa en la que dormían y comían durante los once días que les tomó completar este desafío, el primero de la asociación sin fines de lucro creada por Curin para hacer proyectos de concienciación sobre la discapacidad, la resiliencia y la protección del planeta.
Pese a llegar exhaustos y con el cansancio acumulado de once jornadas de esfuerzos titánicos, la felicidad fue absoluta cuando los tres posaron sus manos en los Uros, un conjunto de islas flotantes construidas con juncos del lago donde vive una tradicional comunidad indígena, que los recibió con sus mejores ofrendas.
"Por fin es una realidad, y es algo que hemos hecho juntos", dijo Curin tras estallar de alegría con un sonoro grito y romper seguidamente en llanto, tras haber nadado los tres el último tramo entre los gritos de ánimo de la población aymara que habita en los Uros.
Luego de ganar una medalla de plata en los Juegos Paralímpicos de Río de Janeiro 2016, donde fue el deportista más joven de Francia, los problemas para clasificarse para Tokio 2020 impulsaron a Curin a cruzar a nado el Titicaca, para ampliar sus horizontes, probar su capacidad en otros escenarios y lograr algo único.
ONCE DÍAS DE ADVERSIDADES
Atrás quedaron once días extremos y llenos de dificultades e imprevistos, donde el frío, las tormentas y sobre todo las fuertes rachas de viento e intensas corrientes de agua dentro del lago han sido sus principales enemigos.
Desde hace más de un año los tres deportistas se estaban preparando para este reto, con varios entrenamientos realizados en los Pirineos y sesiones de cámara hiperbárica para simular las condiciones ambientales y de hipoxia del Titicaca.
Sin embargo, nada de eso logró asemejarse a al verdadero escenario que les tocó afrontar, reconoció a Efe el director del equipo francés de aguas abiertas, Stéphane Lecat, y ahora encargado también del entrenamiento conjunto de Curin, Metella y Witvoet.
Para empezar, en el cuarto día se desviaron dos kilómetros de la ruta durante la noche, al fallar el anclaje de la balsa, y sufrieron más de la cuenta para recuperar el rumbo correcto bajo la amenaza de una tormenta de granizo que les obligó a buscar cobijo en un pontón de la orilla del lago.
El noveno día no pudieron avanzar ni un solo metro, pues Metella perdió su traje de baño y sus compañeros perdieron varias horas para tratar de ubicarlo sin éxito.
Cuando quisieron reanudar la travesía, un viento endiablado les dejó sin poder moverse, ya que prefirieron dosificar sus fuerzas y no malgastarlas en una fuerte corriente que apenas les iba a impedir avanzar, especialmente con el bote a rastras.
Sin embargo, las condiciones mejoraron notablemente el décimo día y la terna de nadadores pudo recuperar el tiempo perdido al avanzar en una sola jornada 25 kilómetros.
BAJO TEMIBLE TORMENTA
Para Mathieu Witvoet, lo más difícil fueron las tormentas eléctricas, en las que llegaron incluso a temer por su vida, ya que el bote que impulsaban con sus brazadas tenía algunos aparatos eléctricos que funcionan con energía solar.
Esa noche, bajo un intenso granizo, se cobijaron en la casa de un lugareño que amablemente les dio hospedaje para guarecerse de los rayos.
"Ustedes casi nos han salvado la vida. Este logro no es solo nuestro, también de los bolivianos y peruanos que nos han ayudado", expresó Witvoet, quien afirmó que durante la travesía ha experimentado toda clase de emociones, desde la alegría a la tristeza, pasando por la rabia.
La balsa que remolcaron los tres nadadores durante 120 kilómetros estaba equipada con paneles solares, una pequeña estación meteorológica y ducha y hornilla a gas, que ahora quedará en manos del Investigación para el Desarrollo (IRD) para realizar proyectos investigación en el lago.
Fernando Gimeno