El sistema de justicia estadounidense está teóricamente diseñado para que toda persona que enfrente alguna situación legal sea procesada por un juicio justo y transparente.
No obstante, ha quedado históricamente evidenciado que el racismo sistemático en nuestras instituciones de ley y orden, la pobreza y las barreras del lenguaje son causantes de convicciones injustas, desiguales y en muchas ocasiones, erróneas.
Este preocupante cuadro social se complica todavía más cuando existe en este país la pena capital, y personas en pleno siglo 21, son sentenciadas a morir.
En años recientes, la lucha por la igualdad de derechos ha dejado al descubierto como las comunidades negras e hispanas son desproporcionadamente impactadas por las deficiencias del sistema judicial, desencadenando en una población penal constituida en su mayoría por personas de color.
Con el propósito de brindar una mano amiga a quienes lo necesiten, y a la vez concientizar a la población en general sobre las agravantes de la pena de muerte, la organización sin fines de lucro Equal Justice USA (EJUSA, en forma abreviada), inauguró en diciembre un portal cibernético en español con recursos y testimonios para que la comunidad de habla hispana no esté sola ante esta lamentable realidad.
Como parte de la presentación de su nuevo sitio web, EJUSA organizó un panel virtual, en el que destacó la historia del hondureño, Clemente Aguirre, un hombre inocente que sobrevivió una condena a muerte en el estado de Florida.
Aguirre se vio obligado a abandonar su país natal a consecuencia de la violencia, cuando los pandilleros le amenazaron con una AK-47.
Tras un recorrido de aproximadamente seis meses, logró llegar a los Estados Unidos en el 2004, finalmente asentándose en Florida, donde tenía una hermana. Él no hablaba inglés.
Todo parecía transcurrir con normalidad hasta que un día, al visitar a unos vecinos, encontró un macabro hallazgo, dos mujeres brutalmente asesinadas.
Invadido por el pánico y miedo a ser deportado, Clemente regresó a su casa, pero luego de un rato decidió hacer lo correcto y alertar a las autoridades. Así se convirtió en el primer sospechoso del crimen.
Sin la habilidad de poder comprender el proceso al que se enfrentaba, sin los recursos financieros para contratar una sólida representación legal y sin una red de apoyo, fue encontrado culpable y sentenciado a muerte por un crimen que no cometió.
Por casi 15 años, esperó la muerte sentado solo en su pequeña celda.
“No sabía si me iban a matar en tres días, tres meses o tres años”, compartió con la audiencia virtual del panel.
Él solo sabía que iba a morir a pesar que durante todo este tiempo las pruebas forenses comprobaron su inocencia, indicando que la hija de su vecina –una mujer blanca– probablemente las había matado.
Ella había confesado haber cometido los homicidios en al menos cinco ocasiones distintas.
Finalmente y después de un arduo proceso, sus abogados lograron sacarle de ahí, y ahora está vivo para contar su historia, oportunidad que muchos no tuvieron y tal vez no tendrán.
Por horrenda que sea su historia, tristemente, esta se repite en cientos de vidas en toda la nación. Por esto, EJUSA tiene como meta erradicar absolutamente la pena de muerte en los Estados Unidos, donde existe tanto a nivel estatal como federal.
Si usted, o alguien que conoce atraviesa por una crisis legal, visite la página www.es.ejusa.org u oriéntese bien sobre opciones y recursos que ofrecen a personas desventajadas.
De igual forma, el colectivo exhorta a que también se informen sobre como la pena de muerte impacta a la comunidad hispana y así lograr su cometido de erradicar la pena de muerte para siempre.