Grenoble (Francia), 30 oct (EFE).- "No soy de ninguna escuela, busco únicamente hacer algo personal", decía el pintor Pierre Bonnard (1867-1947), a quien el Museo de Grenoble y el Museo de Orsay reivindican como un maestro del siglo XX, menospreciado y considerado érroneamente como un impresionista anacrónico.
"Queremos que Bonnard ocupe su lugar en el arte del siglo XX. Por su apariencia, tal vez muy evidente y por esa figuración seductora, hemos tenido tendencia a tratarlo como un heredero del impresionismo sin ver toda la modernidad y complejidad que hay en su obra", dice a EFE Guy Tosatto, director del Museo de Grenoble, que abre este sábado la exposición "Pierre Bonnard. Los colores de la luz".
La muestra reúne un centenar de obras de colecciones francesas, en colaboración con el Museo de Orsay de París, para defender la sorprendente continuidad del trabajo del pintor, nacido en el seno de una familia burguesa a las afueras de la capital francesa, y que eligió el arte como una forma de escapar a la rutina.
Esa búsqueda de independencia no solo marcó su salida de la carrera de abogacía que sus padres habían querido para él, también la voluntad del autor de permanecer ajeno a otros movimientos, lo que le costó que otros maestros de mayor peso, como el propio Pablo Picasso, lo tacharan de indeciso y repudiaran su uso del color.
OJO CINEMATOGRÁFICO
En el Museo de Grenoble explican que los vínculos de esta ciudad con el pintor se remontan a los años 1920, cuando el conservador Pierre-André Farcy, uno de los padres de esta institución, introdujo las primeras obras de Bonnard en la colección permanente.
En aquellos años, un agente de seguridad sorprendió a Bonnard retocando uno de sus lienzos, posiblemente "Interior blanco" (1932), terminado años atrás. "Esto habla también de la psicología del personaje", bromea Tosatto.
Si el hilo conductor de esta exposición es el uso que Bonnard hacía de la luz y de los colores, los comisarios Tosatto, Sophie Bernard e Isabelle Cahn han querido destacar el trabajo del artista en los encuadres, que avanzan el ojo cinematográfico, sus complejas perspectivas y su forma de pintar no lo que ve, sino lo que tiene en la cabeza.
"Bonnard es un artista puente que permite pasar de Degas, de Manet, de Monet, a artistas como Malévich. El tratamiento del espacio que Bonnard da a sus bodegones no está muy lejos del suprematismo de Malévich", explica Tosatto.
Los pasteles de Monet o de Pierre-Auguste Renoir quedan integrados en obras como "En barca" (1907), pero en ellos sorprende ya su obsesión por dejar en evidencia la mirada del pintor, la multiplicidad de los detalles abstractos y la colocación de cada uno de los personajes, de una gran profundidad psicológica.
Así ocurrió también con el retrato de los hermanos Berhneim y sus mujeres en "El palco" (1908), un encargo de esta familia de galeristas del que no quedaron muy convencidos: Bonnard recortó la cabeza de Gaston Bernheim y colocó a cada pareja en posiciones cruzadas. ¿Quería con ello decir que eran matrimonios mal avenidos?, plantean los comisarios.
A sus más conocidos interiores y a sus escenas intimistas en el baño, con su mujer Marthe como eterna musa de su obra, se suman en esta exposición sus primeros cuadros, en los años en que siguió al grupo Nabis, sus paisajes normandos pasando por las luminosas imágenes mediterráneas y sus autorretratos, duros y honestos.
A lo largo de 50 años, Bonnard no cesó en estudiar la perspectiva, en revisar nuestra percepción del espacio, jugando con espejos, ventanas y puertas que no nos hablan de otros mundos sino que enfrentan al espectador a mirar dentro de sí.
El artista asumió que era un electrón libre, en cierta forma incomprendido -aunque el expresionismo abstracto estadounidense o incluso el fotógrafo Henri-Cartier Bresson se fijaron en su trabajo-, pero muchos pensaron que tanto color y tanta alegría no podían esconder nada serio.
Dicen lo contrario las fotografías que tomaba con su Pocket Kodak y sus bocetos de desnudos, que muestran el trabajo concienzudo que desempeñó durante décadas, al margen de las vanguardias pero de una modernidad indudable.
Los comisarios de la exposición, abierta hasta el 30 de enero de 2022, piensan que sus detractores no supieron ver la nostalgia y la profundidad que escondían sus colores, como explica Bernard: "Hace falta tiempo para ver y comprender todo lo que hay en los cuadros de Bonnard".
María D. Valderrama