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Cultura

Historia, herencia y orgullo boricua

por Hugo Marín (hugo.marin@lamegamedia.com)


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De acuerdo a la Real Academia del idioma Español, la hispanidad es el “carácter genérico de todos los pueblos de lengua y cultura hispánica”. 

En inglés, según el diccionario Oxford, la hispanidad se refiere a “personas de habla hispana, especialmente de ascendencia latinoamericana, que viven en los Estados Unidos”. 

Por tanto, semánticamente, una persona generacionalmente proveniente de un pueblo o cultura de habla castellana en el continente americano, será considerada hispana. 

Partiendo de ese contexto, las características hispanas de cada individuo van íntimamente ligadas a su cuadro histórico regional, teniendo en mente muy claro la diversidad étnico-racial de América del Sur.  

Para los puertorriqueños, la influencia española llegó a sus costas en 1493, convirtiéndose en uno de los primeros lugares en caer bajo la hegemonía hispánica o española.

Cónsono con los cazadores de oro, pronto llegaron frailes quienes en 1525 construyeron su primer monasterio cerca de una villa indígena localizada al noroeste de Puerto Rico, partes de la edificación aún están ahí y son conocidas como la Ermita de Espinar, honrando el párroco de la nueva institución religiosa con su apellido. 

Erigida con el propósito de evangelizar las comunidades locales, meses más tarde ésta fue incendiada y los frailes asesinados, como parte de una serie de manifestaciones violentas por parte de indígenas indignados tras ser esclavizados, obligados a trabajar arduamente de forma prácticamente gratuita o de lo contrario pagar con sus vidas. 

El imperio español no cedió ante los reclamos de los antiguos boricuas, por el contrario, reforzó su presencia militar en el pequeño archipiélago caribeño con más soldados para mantener el orden, además trajeron personas esclavizadas provenientes de África para hacer el trabajo que ellos y los nativos rehusaban. 

De ahí, los españoles construyeron escuelas donde enseñaron castellano y más centros para evangelizar a los residentes de esa isla, cambiaron su nombre de Boriken a San Juan, y luego a Puerto Rico. 

El idioma indígena no desapareció de inmediato y las personas se referían a los dos idiomas predominantes en la colonia; como el taíno, y al lenguaje de los españoles, “español”.

Con el pasar de los años, los colonizadores lograron hacer de su idioma la lengua uniforme de la región, convirtiéndola en la voz que comunicó a todos quienes allí vivían, evolucionando a la vez que Puerto Rico fue formando su cultura, personalidad colectiva e identidad en un entorno de habla hispana, predominantemente cristiano, en su mayoría de doctrina católica. 

Algunas comidas criollas tienen acentos españoles y la guitarra es un instrumento musical muy popular allí. 

Sin embargo, la mayoría de las costumbres, tradiciones y esa personalidad colectiva, popularmente responde a sus raíces africanas e indígena como se ve ejemplificado en todos los aspectos cotidianos de su cultura. 

La música caribeña, aunque utiliza vocablo castellano, su ritmo e instrumentación es fundamentalmente indo-africana; bomba, plena, son o salsa, narrando historias y realidades de un pueblo afro-caribeño en un idioma basado predominantemente en la lengua de los españoles.  

En esencia, el intentar definir lingüísticamente de forma precisa la contribución del boricua en la formación de todo lo que aglomera Estados Unidos, dentro del contexto de “Herencia Hispana”, parece conducir a una paradoja ya que el archipiélago de Puerto Rico no es una nación soberana y nunca lo ha sido. 

Adquirida de España como botín de guerra en 1898, este es un territorio perteneciente pero no parte de los Estados Unidos, administrado por la Comisión de Parques y Recursos Naturales.

Después de más de 500 años, en el 2016 la Real Academia de la Lengua Española finalmente reconoció la palabra puertorriqueñidad e incorporó el término a su diccionario.



 
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