Londres, 30 oct (EFE).- El papel de los tribunales europeos en Irlanda del Norte y la cesión de soberanía que Londres aceptó con el Brexit han emergido ahora como cuestiones inasumibles para el primer ministro británico, Boris Johnson, que amenaza con no implementar parte del acuerdo en vigor desde enero si no se renegocia.
La Unión Europea (UE) ha ofrecido reducir en un 80 % los controles de mercancías pactados en Irlanda del Norte, que durante meses se habían percibido como el principal inconveniente para el lado británico.
El Reino Unido, sin embargo, no se conforma con esa propuesta y exige ir más allá. La segunda ronda de contactos que se ha celebrado esta semana en Londres ha terminado sin avances significativos y ambas partes se han citado de nuevo en Bruselas la semana entrante.
El escollo que finalmente puede romper la baraja es el papel del Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE) como última instancia para dirimir disputas comerciales en Irlanda del Norte.
La UE se ha mostrado inflexible en ese terreno desde que se comenzó a negociar el Brexit, en 2017, por lo que las posiciones de ambos lados del canal de la Mancha permanecen más alejadas que nunca. Algunos expertos creen, con todo, que hay espacio para que Bruselas proponga un mecanismo híbrido de arbitraje que reduzca el papel del TJUE.
LA EXCEPCIONALIDAD IRLANDESA
El Brexit planteaba el reto envenenado: la nueva frontera terrestre de la UE en Irlanda debe ser invisible para cumplir con los acuerdos de paz de 1998. Para lograrlo, el Reino Unido cedió parte del control del comercio en Irlanda del Norte a las instituciones comunitarias, una concesión con escasos precedentes en otros arreglos internacionales.
La UE, sin embargo, tampoco había firmado hasta ahora un tratado que ofreciera a un tercer país acceso a su mercado con "tan poca protección", indicó a Efe Holger Hestermeyer, profesor de Derecho Internacional y Europeo en King's College London.
Irlanda del Norte ha quedado en la insólita posición de estar integrada en dos mercados al mismo tiempo: el británico y el europeo. Debe cumplir, por lo tanto, normas de ambos espacios, incluidas actuales y futuras leyes de la UE sobre las que no tiene voz ni voto.
Cuando surjan disputas en torno a la aplicación de las regulaciones comunitarias, las empresas y consumidores norirlandeses deben aceptar los dictados de los jueces europeos.
Para el Reino Unido, ese escenario es ahora inaceptable y exige a Bruselas que se avenga a cambiar esos arreglos por un "tratado normal", según ha expresado David Frost, el negociador británico que selló el acuerdo original.
¿PUEDE RENEGOCIARSE EL ACUERDO?
David Henig, director en el Reino Unido del Centro Europeo de Política Económica Internacional (ECIPE), indicó a Efe que existe margen para que Bruselas matice el papel el TJUE, aunque no cree que los cambios que puedan proponerse vayan a ser radicales.
Ve posible diseñar un mecanismo de arbitraje conjunto que funcione con cierta autonomía, pero que en último término pueda remitir las disputas a la corte europea.
"La Unión Europea no eliminará por completo al TJUE. Puede cambiar la forma en la que se hace referencia al tribunal, pero eso es lo máximo que puede ocurrir", sostiene el economista, que considera que el actual protocolo "es inusual, pero nadie ha sido capaz de encontrar un arreglo mejor".
¿HAY PRECEDENTES AL CASO DE IRLANDA DEL NORTE?
Hestermeyer pone sobre la mesa el ejemplo del acuerdo entre la UE y Ucrania, que también exige respetar ciertas provisiones de la legislación comunitaria.
Ese tratado establece un mecanismo de arbitraje conjunto que debe consultar al TJUE en caso que involucren leyes europeas. En último término, la respuesta del tribunal comunitario debe ser acatada.
"Existen mecanismos alternativos como éste. La cuestión es que en Irlanda del Norte la legislación europea que se debe aplicar es mucho más voluminosa" que en el caso de Ucrania, señala el experto en resolución de disputas internacionales, por lo que el rol del tribunal es más relevante.
¿Aceptaría el Reino Unido un mecanismo como ése? "Es difícil predecir lo que hará el Gobierno británico. Ha habido ocasiones en las que decía que algo era totalmente inaceptable y, dos semanas después, lo aceptaba", sostiene Hestermeyer.
"Una de las cuestiones que no están claras por ahora es saber si lo que está haciendo el Reino Unido es incrementar la presión para que la UE mueva su posición tanto como sea posible, o bien si realmente está estableciendo sus líneas rojas", avisa el experto.
Guillermo Ximenis