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Joven activista vota por primera vez

por Elvia Skeens (eskeens@lamegamedia.com)


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CINCINNATI, Ohio  — En marzo, en pleno brote de COVID-19, poco antes que el gobernador Mike DeWine emitiera la ordenanza de quedarse en casa, Karina Cabrera cumplió la mayoría de edad.

Para ella este era el momento más importante de su vida porque había llegado la hora de registrarse para votar.

“Recuerdo que lo hice en línea y cuando terminé sentí que podía respirar mejor. Sabía que ese momento representaba algo grande que traería paz y esperanza a mi familia porque todo estaba listo para participar en el proceso electoral de noviembre”.  

Karina es ciudadana estadounidense, hija de María Cabrera –una madre soltera indocumentada, luchadora, líder comunitaria y pionera del centro familiar Casa de Paz– de quien aprendió a cultivar valores activistas en pro de los derechos de los inmigrantes, las mujeres, los trabajadores y los grupos vulnerables.

Creció acompañando a María a todas las actividades de organización de la comunidad latina local y participando activamente en distintas manifestaciones.

Se convirtió en líder de jóvenes que abogan por el programa de Acción Diferida para los Llegados en la Infancia (DACA), integrando la organización YES, del Centro de Justicia y Paz.

Desde aquí, fue pilar en un movimiento regional que culminó en victoria, cuando adolescentes estadounidenses hijos de indocumentados que cumplían 16 años no podían obtener su licencia de conducir.

El Buró de Vehículos Motorizados de Ohio (BMV, por sus siglas en inglés) les negó ese derecho porque sus padres –debido al estatus migratorio– no estaban facultados para firmar los formularios de responsabilidad.

Karina, quien en aquel momento tenía 16 años, fue pionera de una batalla legal para lograr que jóvenes menores de edad en circunstancias similares, pudieran solicitar la licencia de conducir sin inconvenientes. 

Ahora, en el último año de secundaria y orgullosa latina del colegio católico Roger Bacon, decidió votar en persona, representando la voz de su madre indocumentada, la de su hermano beneficiario de DACA y la de todos los inmigrantes hispanos que no lo pueden hacer.

“Me siento muy emocionada porque a través del voto nuestra voz se escucha. Es como la voz de todas las protestas y las manifestaciones que, a pesar del COVID-19, no han parado de gritar exigiendo justicia e igualdad”.

Cree fielmente en el poder del voto latino, y considera que el papel de los jóvenes que ejercen el sufragio por primera vez es fundamental ante las necesidades de cambio.

“No puede seguir el sufrimiento de la comunidad inmigrante, ni de los beneficiarios de DACA que pasan sus días con miedo porque el programa que los protege pende de un hilo. Ya hemos visto muchas deportaciones, separación de familias y ataques contra los derechos de nuestra comunidad”.

Para ella se trata de un día muy especial, en el que ir a votar en persona es prioridad.

“Quería votar por correo con miedo al COVID-19, pensando que tanta gente en las filas y el contacto era un riesgo, pero mi madre me ‘empujó’ a hacerlo directamente porque en nuestra familia mi voto vale por todos”.  

Asegura que no tiene palabras para describir ese sentimiento de orgullo como mujer latina con derecho al voto.

“La historia nos demuestra que hace muchos años ser mujer y votar no era posible. Todas esas luchas del pasado se reflejan en logros del presente del que yo ahora soy parte para enseñar a esas próximas generaciones de jóvenes que la diferencia se empieza a labrar desde temprano”. 



 
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