Madrid, 2 mar (EFE).- 1.111 bolsas de aluminio custodian más de un millar de variedades de semillas que representan lo fundamental del patrimonio vegetal español y están listas para incorporarse, por primera vez, al “arca de Noé” de Svalbard (Noruega), el mayor banco de la biodiversidad agrícola global.
La Bóveda Global de Semillas de Svalbard es una infraestructura ubicada en el Ártico, en cuyas entrañas heladas se atesora la mayor colección de seguridad de semillas del mundo, para salvaguardar la base de la alimentación mundial.
Este banco de semillas abrió sus puertas en 2008 y guarda más de un millón de muestras de unos 90 depositarios, desde países a centros internacionales de conservación vinculados a la FAO, para poder hacer frente, en caso de necesidad, a los desafíos planteados por el cambio climático y otra posibles amenazas globales.
España tiene ya todo listo para hacer su primera contribución, 1.080 variedades que permanecen en congeladores del Instituto Nacional de Investigación y Tecnología Agraria (INIA-CSIC).
La Bóveda de Svalbard abre sus puertas tres o cuatro veces al año y está previsto que el envío español llegue para la apertura de la primera semana de junio, indica a Efe el investigador y director del Centro de Recursos Fitogenéticos (CRF) del INIA, Luis Guasch.
Entre las semillas hay 300 variedades de cereales de invierno, de ellas 114 trigos; 510 leguminosas (189 judías); 200 hortícolas (81 de tomates) y 108 maíces.
Guasch explica que 1.080 variedades son una pequeña representación, si se comparan con las más de 30.000 muestras que se conservan en la colección base que el CRF tiene en su sede de Alcalá de Henares (Madrid).
“Hemos escogido las muestras más representativas de estos productos, las que son más diversas, lo mas fundamental del patrimonio vegetal español”.
Las semillas que viajarán a Svalbard permanecen congeladas a -20 grados centígrados, la misma temperatura que mantiene la instalación noruega y a la que se conservan las colecciones que hay en España.
500 semillas de cada variedad en cada sobre (en el caso de las judías y algunos tipos de maíz al ser grandes van en dos). En total son ocho cajas con 1.111 bolsas de aluminio trifolado, que es parecido al de los paquetes de café, pero mucho más grueso, explica Guasch, y cerradas al vacío.
El depósito de estas semillas en la Bóveda de Svalbard muestra “el compromiso de España con la conservación de los recursos fitogenéticos y queremos -dice- que sirva para que ese compromiso sea aún mayor”.
Esta estructura científica mundial es un proyecto auspiciado por la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), la organización internacional Global Crop Diversity Trust (CROP Trust), la Fundación Bill y Melinda Gates y el gobierno de Noruega.
España tiene regulado por ley un sistema de conservación de semillas, con bancos en todo el país y un sistema de duplicados en la sede del CRF. El envío Svalbard será un mecanismo de protección adicional.
“Nunca está de más tener una copia adicional, ante cualquier problema que pueda haber en nuestro banco de Alcalá de Henares. Siempre es mejor tener varios sistemas de seguridad y, en este caso, existe una iniciativa internacional y es bueno para todos que estemos allí”, subraya el investigador.
La Cúpula de las Semillas está en una zona del Círculo Polar Ártico donde el suelo es permafrost, una capa permanentemente helada, por lo que, en el caso de algún contratiempo, su contenido se mantendría congelado, aunque no fuera a -20 grados.
El plan para depositar allí parte de la colección base del CRF comenzó hace más de seis años -no exentos de problemas burocráticos, indica Guasch- durante los que se han vuelto a plantar, entre otras, toda la colección de trigos, de judías y de muchos maíces, para que las semillas sean recientes y estén “en las mejores condiciones de conservación”.
Una plantación muy controlada para que las plantas conserven todas sus características y no se crucen ni mezclen con otras, manteniendo así la identidad de todas las variedades.
El depósito inicial es por diez años, renovables, precisa Guasch. Dentro de una década se decidirá si se mantienen esas mismas semillas o se reponen.
“La ventaja de tener la colección base en España es que, cada cinco años para los productos hortícolas y el centeno y diez para el resto de cereales, verificamos que la viabilidad se mantiene”. Si fuera necesario se volverían a multiplicar y, llegado el caso, se enviaría una nueva muestra a Svalbard para intercambiarla.
Desde su creación en 2008, solo ha hecho falta recurrir a este gran banco de la biodiversidad agrícola en una ocasión para regenerar las muestras del Centro Internacional de Investigación Agrícola en las Zonas Secas (ICARDA), cuya sede en Alepo fue destruida por la guerra de Siria.
Las semillas depositadas en Svalbard se sacaron y en dos años se volvieron a multiplicar en Líbano y Marruecos -relata Guasch- y también se repuso el material de la cúpula para que siempre hubiera un copia adicional.
Carmen Rodríguez