Siempre recordaré que cuando tenía entre tres y cinco años mi mamá guiaba una rutina antes de que mi hermana y yo nos fuéramos a dormir. Usualmente nos alistábamos, nos poníamos pijamas, nos lavábamos los dientes, rezábamos y estábamos listos para mi parte favorita: la lectura de un cuento y la arropada final con el beso de las buenas noches. Sin duda, momentos especiales que siempre atesoraré por el resto de mi vida.
Años más tarde –haciendo mi especialidad en pediatría y mi subespecialidad en crecimiento y desarrollo infantil– entendí que esos preciosos instantes en compañía de mi mamá no solo fueron fuente de gratos recuerdos, sino los cimientos de mi formación académica e intelectual.
Aquel tiempo que mi mamá dedicó a leernos pagarían sus frutos, ayudándonos en la escuela, la universidad y desarrollando en nosotros el gusto por los libros y la lectura.
Varios estudios hechos en desarrollo infantil han demostrado que leer a los niños desde temprana edad estimula su imaginación y fortalece el vínculo familiar, además de las habilidades de lectoescritura.
También ayuda a crear rutinas de sueño, garantiza que los niños estén preparados para entrar a la escuela y tengan éxito en su rendimiento académico.
Desafortunadamente nuestros niños latinos en los EE. UU. están en desventaja a la hora de la lectura infantil temprana. En promedio, las familias latinas tienen en su casa 20 libros menos que las angloparlantes en nuestro país. Estas estadísticas del programa Leyendo Juntos, a pesar de ser muy tristes, en realidad no me sorprenden, pues lo último que todos empacamos cuando emigramos a un nuevo país son los libros.
Además de esto, un 28 por ciento de los niños latinos vive en la pobreza y un 46 por ciento (de 0 a 8 años) tiene madres que no completaron la educación secundaria. Esto dificulta la compra de libros y la estimulación de la lectura en los hogares.
Con estas desventajas desde temprana edad nuestros pequeños tienen problemas cuando entran a la escuela. En comparación con los blancos no latinos, los niños de las familias latinas tienen mayores probabilidades de no aprobar las evaluaciones de lectura en cuarto grado.
Cuando me llevaban a recibir mis vacunas, recuerdo que el doctor me daba un dulce o una estampita. Hoy en día los pediatras hacemos un esfuerzo grande para incentivar la lectura en los hogares y desde temprana edad con casi las primeras vacunas, desde los seis meses entregamos libros a las familias para que les lean a sus hijos.
Cuando comenzó Salud Para Niños hace ya 21 años nos asociamos al programa de Lectura temprana del Children’s Hospital de Pittsburgh. En ese entonces se llamaba “Healthy Stories” (Historias saludables) e hicimos un gran esfuerzo para asegurarnos que los libros que recibían nuestros niños fueran bilingües y relacionados con nuestra cultura.
Con el tiempo nos asociamos al programa nacional de Reach Out and Read –fundado en Boston–que atiende a más de un millón de familias y niños latinos de todo el país. Un 86 por ciento de sus proyectos atiende a familias cuya lengua materna es el español.
En 2007 desarrollaron “Leyendo Juntos”, del cual nos sentimos muy orgullosos de ser parte porque ayuda a los médicos participantes a motivar eficazmente a las familias latinas a leer con sus hijos.
A través de este programa hemos creado materiales bien recibidos, tanto por los proveedores médicos como por las familias que hablan español.
Si usted quiere hacerle un buen regalo a su hijo, léale desde pequeño. Hable con su médico sobre como incentivar la lectura, las actividades, los libros apropiados para cada edad y consúltele sugerencias para crear recuerdos que no sólo llevarán consigo toda la vida, sino que además contribuirán en sus logros profesionales.
*Este artículo fue elaborado con información del programa Reach Out and Read y de la iniciativa “Leyendo Juntos”. (PXB/@ParentiPacek)
