CINCINNATI, Ohio — La vida de Óscar Jair Salamanca Alarcón es una dedicada a la música, algo que corre profundamente en su sangre.
“La música siempre ha estado allí, y mis padres lo vieron. Ellos me dijeron: ‘vaya por lo que es bueno y que le guste. Usted es bueno en eso. Hágalo’”.
Óscar, de Bogotá, llegó en 2013 a Cincinnati después de terminar sus estudios musicales en la Universidad Pedagógica de Colombia.
Desde entonces, ha enseñado en Cincinnati, inicialmente en Price Hill. Aún siete años después, muchos de sus estudiantes continúan con él”.
“Apenas terminé mi carrera en pedagogía musical, me escribieron para ver si quería dictar clases de música aquí. Estaban buscando un maestro de música con el título profesional y dije: ‘Me acabo de graduar. ¿Por qué no?’ Nunca había escuchado hablar de la ciudad. Ni sabía donde quedaba en el mapa.”
Óscar es prueba de que “si nos apasiona algo, hagámoslo porque nada nos hará más feliz”.
“El dinero como viene y se va, es normal. He tenido muchos más momentos felices y satisfactorios que momentos tristes, y los momentos tristes son más de enseñanza y no algo de lamentarse”.
Tiene vasta experiencia en el campo musical.
“Afortunadamente en 22 años que llevo de carrera, solamente he trabajado tres semanas en algo fuera de la música, y no fueron semanas bellas. Me puse a pensar, ‘¿Por qué? ¿Cuál fue el propósito?’ Si el propósito fue por el dinero, no creo que tenga que preocuparme porque soy una persona muy liberal. ¿Qué es lo que me hace feliz?...mi profesión”.
La música y el arte siempre han sido parte de su vida.
Sus abuelos, a quienes nunca conoció más que a su abuela materna, tocaban varios instrumentos.
Cuando era niño, le preguntaba a su madre los fines de semana si estarían de fiesta.
Ella le aseguraba que sería un día típico y que “escucharían lo que sea que esté tocando”.
Escuchaban música de América Latina, desde los Chalchaleros de Argentina hasta Mercedes Sosa, Víctor Jara y más, eventualmente agregarían artistas como Wilfrido Vargas y Celina & Reutilio.
Más tarde, su padre agregaría nombres mexicanos como José Alfredo Jiménez y Chavela Vargas, así como música venezolana.
Ahora, se está enfocando en un proyecto de mariachi que pronto lanzará en Cincinnati.
“Estoy escribiendo partituras para interpretar las clásicas de mariachi. Creo que el mariachi es lo más cercano para la gente de la cultura americana como latina. El mariachi es un punto de encuentro y es bueno para empezar a explorar todo ese mundo gigante que es la música latinoamericana”.