Tanto el gobernador Gavin Newsom, como todo otro funcionario estatal y local de California, enfrenta un momento decisivo en relación a la pandemia del COVID-19 y cómo se va a educar a 6 millones de alumnos –de escuelas públicas del estado– durante el año escolar que comienza en solo unas semanas.
Los dos distritos escolares más grandes de California, Los Ángeles y San Diego, anunciaron que la instrucción será estrictamente remota durante el semestre de otoño, citando preocupación porque las crecientes infecciones en sus áreas representan un riesgo demasiado grave para estudiantes y maestros.
Estos dos distritos escolares cuentan con una matrícula total de 825,000 alumnos, hasta ahora los más grandes en abandonar planes para un retorno físico a los salones en agosto.
El aprendizaje en línea puede funcionar bien para estudiantes universitarios, pero expertos han expresado preocupación por el desempeño y aprovechamiento académico de la clase en casa para alumnos más jóvenes como los de primaria, donde esta no sustituye la interacción con los maestros en persona, un factor de necesidad especialmente crítica para estudiantes pobres y aquellos que aprenden inglés.
El eje de la incertidumbre yace en el hecho de que nadie sabe a ciencia cierta si los niños pueden regresar al aula seguros sin correr riesgos de propagar el coronavirus.
Otra incógnita es la reacción de las personas ante la posibilidad de una reapertura física de planteles escolares.
¿Cuántos padres estarían dispuestos a correr el riesgo y permitir que sus hijos asistan?
El 13 de julio de 2020, el gobernador anunció una orden que obliga el cierre de clubes nocturnos, bares y establecimientos donde se sirve comida en interiores.
Más de un tercio de los casos de coronavirus de California están en el condado de Los Ángeles. Por su parte, el condado de San Diego ha tenido 18 brotes en la comunidad durante la semana pasada, más del doble del umbral aceptable del estado.