Bangkok, 11 may (EFE).- Los birmanos volvieron este martes a expresar desafiantes su rechazo a la junta militar en protestas en diversas partes del país a pesar de la represión de los uniformados cuando se cumplen 100 días desde el golpe de Estado.
En Rangún, la mayor ciudad del país, los manifestantes corearon consignas y alzaron tres dedos, el gesto de la saga de "Los juegos del hambre" que se ha convertido en símbolo de resistencia contra los militares, que han matado a al menos 781 civiles, incluidos 52 menores.
Otras protestas tuvieron lugar en las regiones de Magwe y Mandalay, según las fotografías compartidas en las redes sociales por medios como Irrawaddy, que trabajan clandestinamente debido a la persecución y la censura de la junta.
Para evitar la represión, algunos manifestantes organizan protestas más pequeñas o las llamadas "relámpago", que se disuelven en pocos minutos para impedir que las fuerzas de seguridad tengan tiempo de llegar al lugar.
Los uniformados, que han usado armamento militar contra los civiles, también aterrorizan a los seguidores del movimiento de desobediencia civil con detenciones arbitrarias, palizas y torturas.
Algunos activistas y manifestantes han muerto en detención, como el poeta Khet Thi, cuyo cadáver fue entregado el domingo a su familia con signos de tortura tras ser arrestado por su participación en las protestas contra la junta.
Mientras que la mayoría de las protestas son pacíficas, algunos manifestantes han formado milicias civiles o se han unido a algunas de las guerrillas de las minorías étnicas en el país para enfrentarse con las armas al Ejército birmano
El llamado Gobierno de Unidad Nacional, formado por representantes, activistas y miembros de las minorías étnicas contrarios a la junta, anunciaron la semana pasada la formación de la Fuerza de Defensa del Pueblo, paso previo a la creación en el futuro de un Ejército federal.
La presión internacional de Estados Unidos, la Unión Europea o la ONU no ha hecho mella en los militares, que continúan con la represión y han detenido ya a más de 3.800 personas, incluida la líder depuesta Aung San Suu Kyi y parte de su Gobierno, en medio de un deterioro grave de la economía y la pobreza.
El jefe de la junta, Min Aung Hlaing, justifica el golpe de Estado por un supuesto fraude electoral en los comicios del pasado noviembre, en los que arrasó el partido de Suu Kyi, como ya hiciera en 2015, y que fueron considerados legítimos por los observadores internacionales.