CINCINNATI, Ohio — Desde el 27 de abril de 2020, Reina Reyes, permanece en casa, en completo aislamiento de su familia, por instrucciones de las autoridades de salud, tras el diagnóstico positivo de COVID-19.
Recuerda que empezó a notar síntomas similares a gripe, sudaba mucho y la comida se volvió amarga. Otras veces, no sentía olor ni sabor.
Al hacerse la prueba, los resultados llegaron 48 horas después.
Se encerró en su cuarto, se alejó de su esposo e hijos y se encomendó a Dios mientras esperaba que transcurrieran los 14 días reglamentarios de cuarentena para los pacientes contagiados con el nuevo SARS-CoV-2, el virus causante de la pandemia y tan temido COVID-19.
Personal del Departamento de Salud le llamaba continuamente para monitorear su evolución.
“No me mandaron ningún tratamiento; solo dieron las recomendaciones de asilamiento. Tuve miedo, pero yo solo doblé rodillas ante Dios…fue muy duro dejar a mi familia, pensando que tal vez no los volvería a ver. Los alimentos me los dejaban en la puerta, sin ningún contacto”, dijo Reina Reyes a La Mega Nota.
Siempre motivada por preparar con sus manos las más ricas pupusas y otros platos típicos salvadoreños para su familia y los miembros de su iglesia, “Reinita” –como cariñosamente le llaman en la comunidad hispana de La Viña– tuvo que decir adiós a su amada cocina y depender de su único hijo, nuera y esposo para comer.
Durante este período la cama de Reinita se convirtió en compañera inseparable y una ventana frontal ha sido como puente virtual de escape al mundo exterior durante los más de 70 días que ha durado su confinamiento, ya que todas las pruebas siguientes al primer reporte de contagio, han resultado positivo al COVID-19.
¿Qué ha pasado?
La verdad, Reina no tiene idea de por qué su cuerpo se resiste a expulsar el virus.
Como se trata de una enfermedad nueva, los profesionales de la salud todavía no tienen una respuesta específica para explicar esta extraña condición.
Ya le han practicado cinco rondas de exámenes.
Cada 14 días le corresponde una prueba para determinar si está libre del virus, pero los resultados siguen mostrando presencia activa.
Al momento de redactar esta nota, el 6 de julio de 2020 (4:30 p.m.) Reina Reyes había sido informada por el Departamento de Salud que una sexta prueba debía administrarse y le referían para análisis/estudios de especialistas en epidemiologia y enfermedades infecciosas en el centro médico de la Universidad de Cincinnati.
¿Cómo se siente?
Confiesa que ha tenido momentos desgarradores, en los que siente su cuerpo desmayar.
Su médico de cabecera ya no puede hacer más porque se trata de un caso de atención especializada.
Las autoridades de salud no le dan de alta porque representa riesgo de contagio. Lo harán cuando sus pruebas muestren resultados negativos.
Está segura que, a pesar de tantas complicaciones, Dios tiene planes para ella. Algo muy especial está por llegar.
Tal vez su caso puede representar evidencias que ayuden en la cura de esta temida enfermedad, la cual –por el momento– no tiene vacuna y solo se puede prevenir con el lavado frecuente de manos, la distancia social, evitando sitios aglomerados y usando mascarillas protectoras cuando se está en público.
Tan pronto como le confirmen estar libre del virus, donará su plasma para ayudar a salvar otras vidas.
¿Cómo lo supera?
“En cada prueba que me hacen es un tiempo largo de espera, con el que he aprendido a ser paciente durante más de 70 días. Sí, han sido más de dos meses completamente separada de quienes quiero, con momentos difíciles –física y emocionalmente– donde la tristeza, el insomnio y el dolor te hacen sentir que el cuerpo desfallece, pero hay esperanza y fe que dan consuelo, ayudándome a reconocer la misericordia y aprendiendo a depender totalmente de Dios”.