Buenos Aires, 1 jul (EFE).- Más personas viven en las calles de Buenos Aires y sufren el frío del invierno de este año debido al deterioro económico profundizado por la pandemia de covid-19, una crisis sanitaria que elevó también la cantidad de "sintecho" que se refugiaron en los centros de contención estatales, cuando en general son reacios por las peleas y los robos.
Según datos del Gobierno de la ciudad de Buenos Aires (GCBA), el número de personas en situación de calle aumentó a 2.573 personas frente a las 1.734 en la prepandemia, números que se multiplican por cuatro al considerar el relevamiento que realizan organizaciones sociales.
Es el caso de Mariano, de 41 años, quien sentado sobre un colchón en una vereda, abrigado con una campera, contó que tuvo que dejar de trabajar en un restaurante chino en marzo de 2020, aguantó hasta las fiestas de fin de año en un hotel y luego se quedó en la calle.
“Me gustaría volver a la normalidad, que se pueda volver a trabajar”, exclama a Efe.
Él era parte de un grupo de cuatro hombres que fue abordado por el Operativo Frío que organiza el GCBA en junio, julio y agosto, y que Efe acompaña en una de las recorridas nocturnas que se refuerzan cuando las temperaturas son menores a 5 grados.
La prioridad del operativo es que las personas ingresen a alguno de los 32 centros de alojamiento permanentes o tres centros de emergencia, que suman un total de 2.492 plazas. Si no acceden, les ofrecen una frazada, un kit de frío y uno anticovid, una comida caliente y una vianda seca.
ESPÍRITU QUEBRADO
Que una persona acepte ir a los centros de inclusión social supone un trabajo de vinculación que lleva tiempo.
En la entrada de un edificio de categoría, en una de las calles más elegantes de Buenos Aires, prefiere dormir Juan, de 49 años, tapado hasta la cabeza por las frazadas, separado por una caja de Darío, de 46, con una capucha hasta los ojos.
Juan pide doble ración de arroz con pollo y se sale de abajo de la frazada para mostrar a Efe la credencial de discapacidad que usa para pedir comida, una experiencia que adquirió de vivir en la calle desde la crisis de 2001: “La gente que está en la calle está quebrada espiritualmente”.
A su lado, Darío cuenta que va y viene de la calle: “Uno se acostumbra a la calle”. Y se lamenta por no haber hecho ese día el documento de identidad que le sugería la psicóloga de la ciudad.
MÁS ALOJADOS
El censo oficial encontró un aumento de 7,4 % de las personas viviendo en la vía pública respecto de 2019, de 901 a 968.
Y registró un alza de 92,7 % en la red de alojamiento, aunque refleja que en mayo pasado se censaron por primera vez todos los albergues, y se pasó de 833 a 1.605 personas alojadas.
Sucede que en la calle, debido a la pandemia, se cortaron algunos medios de supervivencia, como encontrar un restaurante abierto donde pedir un plato de comida y porque el miedo a la covid-19 alejó a la gente que los podía ayudar.
“En pandemia, hoy la gente acepta más ir a los dispositivos (albergues), los conoció más con la cuarentena, se sacaron un montón de fantasmas”, dice a Efe el subsecretario de Asistencia y Cuidado Inmediato del GCBA, Maximiliano Corach.
En tiempos normales, explica, las personas denunciaban agresiones y robos en los centros de inclusión y entraban y salían de las unidades, pero durante la pandemia permanecieron alojadas y cumpliendo la cuarentena en los centros.
Con el clima de trabajo que se generó, “ha aparecido la vocación de la gente por lo que quiere hacer y las ganas de salir de esa situación (de calle)”, asegura Corach.
PODER ALQUILAR
Quien aún prefiere evitar los refugios, por las peleas y los robos, pero le gustaría “tener una casa o algo” es Fabián, de 27 años, que en una esquina le hacía frente al frío con un buzo azul.
“La perra es mi estufa”, y señala a Efe el animal bajo unas frazadas.
Ya vivió en la calle con su papá y se preocupa por bañarse: “Tengo que estar lindo”, se ríe.
“No me gusta estar así, pidiendo moneda”, expresa. Ahora suma un oficio informal vendiendo unos libros, y recuerda que cobraba el subsidio habitacional, pero nunca llegó a alquilar una pieza como le gustaría.
Relata que algunas personas lo maltratan y lo hacen llorar: “Porque tienen mucha plata, se creen más”. Para evitar líos, los deja pasar: “Porque después viene la Policía, te echa, te saca a las patadas”, y no quiere recordar cómo la pasó detenido.