A los cinco años me gustaba el papá de un amiguito, creo que ahí noté que yo era diferente. La relación con mi padre no era buena, me ponía apodos femeninos, me sentía culpable y no sabía por qué... eso me hacía apegarme más a mamá. En el vecindario y la escuela, mi niñez transcurrió rodeado de ‘bullying’ [acoso].
Me casé tres veces con mujeres, realmente las quise, pero –dentro de mi– pensaba que esto me ayudaría con mi homosexualidad. Sin embargo, siempre al ir a dormir y al despertar era lo primero que se me venía a la mente. Me atormentaba y no sabía si estaba haciendo lo correcto, todo me lo guardaba y me consumía la energía, enojado conmigo mismo.
Tuve tres hijos; es lo mejor que me ha pasado en la vida. Pensé que luchar contra mi naturaleza valía la pena, deseaba ser un padre normal porque ellos representan el motor de mi vida, no quería herirlos o que se avergonzaran de mí.
Fui a terapias, pensé que me podían “curar”, pues estaba desesperado. Ahí me di cuenta de que no estaba enfermo; yo había nacido gay. Fueron muchos años de culpa.
La primera vez que estuve con un chico me sentí el peor del mundo. Pensé en suicidarme; así llegué a un hospital en emergencias. Le dije a la enfermera que necesitaba ayuda porque estaba mal. Ella y el doctor me llevaron a un cuarto, estuvieron hablando conmigo por más de una hora. ¡Realmente ambos salvaron mi vida!
En un bar conocí a un DJ, empezamos a vernos, la relación se tornó tormentosa y agresiva, me amenazaba con revelar a mi familia mi preferencia sexual, me golpeaba y una vez fue tan fuerte que me sangró la nariz; tuve que defenderme.
En ese entonces yo tenía una novia y él se apareció en su casa de madrugada a decirle que yo era gay. Ella le informó a mi mamá y de ahí todos supieron; también contactó a mi hijo Joe, quien me dijo que no le importaba porque todo estaría bien.
En busca de esos testimonios de aceptación, amor y respeto por las diferencias, La Mega Nota habló con Joe, Becki y Katy, los tres hijos de Randy Bell:
“A nosotros nos enseñaron a aceptar a todo el mundo sin importar lo que son. He estado en situaciones donde la gente se expresa mal de la comunidad LGBTQ+ sin saber que papá es gay, eso me hace sentir mal y me molesta, así que mejor me alejo. Yo apoyo a mi padre. Quiere a tus papás por lo que son y no por a quien amen; eso no importa”, destacó Joe.
“Hace 23 años papá me advirtió que necesitaba decirme algo, pero ya desde un año antes lo veía deprimido. Creo que sí hay diferencia entre tener un papá gay versus [uno] heterosexual. Papá era mi cómplice, me apoyaba más que mamá; me cortaba el pelo, me llevaba a buscar mis maquillajes, me compró mis primeros tacones. Decía: ‘está bien ser diferente, siempre sé tú’. Era muy abierto, quizás si hubiera sido heterosexual, no habría tenido ese apoyo. ¡Lo amo!, recordó Becki.
“Mis hermanos me invitaron a cenar y pensé que era por mi cumpleaños [número] 21. En realidad, la cena se coordinó para decirme que papá era gay. Fue una sorpresa. Si esto te llega a pasar y te enteras de que tu padre es gay, apóyalo emocionalmente, porque para ellos es muy difícil decirlo. Desde que salió del clóset, se quitó una carga de encima, lo veo más feliz que nunca y para mí, esto es lo mejor porque lo amo mucho”, comentó Katy.
Y al final de esta historia, Randy Bell deja una reflexión:
“Afrontar tus temores no es fácil, pero el día que decidas hacerlo, sabrás lo fuerte que eres. Da mucho miedo salir del clóset —aunque ahora es más fácil para las nuevas generaciones. Tienes que ser tú mismo y aceptarte, no tengas miedo de decir lo que eres, ser gay no define tu vida, soy un hombre gay y es lo que soy”.