Berlín, 1 mar (EFE).- El actor hispanoalemán Daniel Brühl se estrena en la Berlinale como director con una comedia negra muy berlinesa, que aborda temas como la gentrificación y las diferencias culturales aún existentes entre los que vivieron a uno y otro lado del muro, y en la que no pierde ocasión para reírse de sí mismo.
La idea para este filme nació en Barcelona (España) y no en Berlín, hace unos siete u ocho años, cuando estaba sentado en un restaurante en el popular barrio de Gràcia comiendo una paella, y se sintió muy observador por un "tío machote" que por las apariencias podía ser un trabajador de la construcción, explica en entrevista con Efe.
"Noté inmediatamente que no le caía nada bien, que él pensaba que quién es este tío con su maletita, hablando en voz alta, en castellano y con su catalán pésimo, hablando del Barça con los camareros para enseñar a todo el mundo 'yo soy de aquí', aunque claramente este tío no es de aquí", recuerda.
Y entonces se preguntó qué pasaría si ese hombre trabajara arreglando la fachada de su casa, durante meses observara su apartamento y esperara la ocasión de encontrar al actor en ese mismo restaurante para abrir un "duelo" como el que se ve en el filme.
En "Nebenan" ("Next Door"), que aspira al Oso de Oro, Daniel, un actor acostumbrado al éxito, coincide en el bar de la esquina de su casa, en el barrio de Prenzlauer Berg -del que no queda nada ya de su origen obrero-, con Bruno, uno de los perdedores de la reunificación de Alemania y de la gentrificación en lo que una vez fue el Berlín Oriental, en un encuentro aparentemente fortuito.
Parece que Bruno, al que da vida Peter Kurth, llevaba mucho tiempo esperando el momento de confrontar a Daniel, interpretado por el propio Brühl, y movido por un deseo de venganza, convierte al actor en su objetivo.
Brühl tenía la idea de hacer una película sobre el tema de la gentrificación, de manera "muy personal", "con mucho sentido del humor" y con honestidad, en la que fuera él la víctima, tuviera enfrente a alguien de otra clase social y entraran en conflicto.
Pensó que la idea que le surgió en Barcelona podría ser incluso más interesante en el contexto berlinés.
UN DUELO ENTRE ESTE Y OESTE EN EL CLÁSICO BAR DE LA ESQUINA
Quería contarla, además, como "Kammerspiel", en un espacio, en un restaurante, que en la película es el clásico bar de la esquina berlinés, con su típica clientela, regentado por una autóctona y donde parece que el tiempo se detiene un poco.
Brühl tenía muy claro que ninguno de los protagonistas debía generar más empatía ni simpatía que el otro.
Pero sobre todo en el caso de Bruno, el director, al contar la historia desde su perspectiva, "no quería traicionar" a este personaje de Berlín Este, sino tratarlo "con mucha dignidad" y lograr que el espectador entienda "de dónde viene" y "cuáles son sus motivaciones" para hacer lo que hace.
El director, que creció en un barrio de clase media en Colonia, en el oeste de Alemania, dice que incluso ahora, después de más de veinte años en Berlín, depende de en qué entorno, aún no se siente berlinés.
Y sobre todo cuando está con alguien de la generación de Bruno, dice notar "las diferencias enormes y el conflicto que hay, incluso después de tantos años de la caída del muro".
"Es una diferencia cultural enorme y ese sentimiento de sentirse engañado por el sistema, por el pasado, por haber vivido en un país que ya no existe, por el cambio brutal que ha habido, donde el Oeste realmente ha invadido el Este", señala.
LAS VENTAJAS DE DIRIGIR Y ACTUAR
Para Brühl -desoyendo consejos como los de su colega mexicano Gael García Bernal de no asumir dirección y actuación en un mismo filme-, la doble función de director y actor en esta historia "tan personal" finalmente resultó ser una "ventaja" y le dio mucha seguridad.
Califica el proceso de "muy fluido y muy bueno" gracias al "gran diálogo" del escritor Daniel Kehlmann, que plasmó la idea de Brühl en el guión de la película, y al "gran trabajo interpretativo" de Kurth (Bruno).
Estar con su película en la Berlinale es una "gran alegría" y una "ilusión enorme", pero al mismo tiempo no deja de ser una "decepción" que, al menos de momento, tenga que ser de manera sólo virtual en la cita que arranca hoy en este formato para la industria.
Lo que le consuela un poco es la posibilidad de la cita en junio abierta al público, según como evolucione la pandemia del coronavirus, porque "lo bonito" de la Berlinale es que es "un festival del público", con muchísima gente.
"Pero en estos momentos, ahora, quiero alegrarme de tener el honor de estar en competición con grandísimos directores, esto ya nadie me lo puede quitar", dice, y aunque todos desearían que las circunstancias fueran otras, "es lo que hay".
Por Elena Garuz