“Puedo ver a un niño en todas las personas: la abogada, a quien le revisaban las tareas todas las noches; el policía, a quien sus padres le enseñaron a distinguir el bien del mal; la banquera, a quien todos los días la recibían con una sonrisa; el músico, a cuyo padre le gustaba cantar; el albañil, que aprendió el valor del trabajo bien hecho, y en el desamparado (mostrando la imagen de un pordiosero), a quien sus padres le dijeron que nunca serviría para nada”.
Este era el monólogo de un comercial de televisión, que fue transmitido durante los años 90 en diferentes canales de Latinoamérica y que hizo parte del programa de la Unicef, “En sintonía con los niños”.
Ese anuncio televisivo es un ejemplo de lo que debería mostrar la mayor parte de la programación de una sociedad que busca ser sana y disminuir la violencia. Detrás de él se encuentra el importante concepto de la autoestima, una palabra que define el amor propio y trasciende porque de ella depende una adecuada salud mental y la posibilidad de que tanto el niño como el adulto puedan proponerse metas, alcanzarlas, realizarse lográndolas y, como lo muestra el comercial descrito, llegar a ser alguien de bien para la sociedad en que se vive.
La autoestima se construye desde la concepción misma y, como ya se ilustró, repercute de manera definitiva en la vida y en la salud del adulto. Para construir un adecuado amor propio en el niño se requiere que sus padres hagan cosas como las que cita el comercial y que esencialmente son formas de mostrar afecto y cariño, de lograr procesos de identificación, a través de los cuales el niño soñará el imitar a sus padres, y lo más importante, de no generar rechazo y violencia en los hijos.
Los niños son especialmente sensibles a los comentarios de sus padres y de los adultos. Los mensajes positivos de parte de los papás, los halagos oportunos y las felicitaciones acordes a los pequeños grandes éxitos que logra todos los días, como aprender a sentarse o a caminar, dejar el biberón, dormir solo, avisar para ir al baño, obedecer órdenes sencillas, iniciar el colegio y lograr buenas calificaciones contribuyen a la formación de una adecuada autoestima.
En un artículo, publicado hace algunos años en la revista Clínicas Pediátricas de Norteamérica, titulado “Amor propio durante los años escolares”, el Dr. Robert B. Brooks propone algunas estrategias que ayudan a fomentar la autoestima. Estas incluyen el permitir a los niños adoptar responsabilidades acordes a sus edades y que contribuyan al mundo en que viven (a su escuela, a su hogar, a su barrio).
Puede ser útil, por ejemplo, el preguntarles, a niños en edades escolares, por formas de ahorro de energía y agua en el hogar e invitar a todos los miembros de la casa a seguir dichas recomendaciones.
Otra estrategia presentada por el doctor Brooks, y que también se cumpliría con el ejemplo citado, es la de ofrecer oportunidades para elegir, tomar decisiones y resolver problemas.
El hablar con los niños y los jóvenes respecto a las consecuencias que tuvieron, o que pueden resultar de decisiones tomadas, o que realizarían en uno u otro sentido, contribuirá no solo a la formación de una adecuada autoestima si no a crear hábitos de reflexión y autodisciplina.
El amor propio también incluye la capacidad para aceptar errores y fracasos a lo que los papás pueden ayudar, no evitando estas situaciones en el niño sino por el contrario, enseñándoles que las equivocaciones son experiencias que permiten aprender.
Se debe buscar que el niño venza el miedo a equivocarse. No se deben utilizar frases como “te dije que no resultaría”.
Es importante que padres y maestros muestren a los niños que los adultos no son infalibles, que todos pueden fallar e incluso que también ellos aprenden de sus propios errores.
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*Mensajes positivos de parte de los padres, halagos oportunos y felicitaciones acordes a los pequeños grandes éxitos que el niño/joven logra todos los días contribuyen a la formación de una adecuada autoestima. (FPK)