Los virus son moléculas muy pequeñas formadas por información genética que puede cambiar con el tiempo. A estos cambios se les llaman variantes.
Virus como el del resfriado común mutan mucho y por eso es difícil tener vacunas efectivas contra la gripe. Otros virus cambian más lentamente.
El coronavirus, virus del COVID-19, está en ese proceso y ya se han identificado algunas variantes.
Al inicio se les nombró con su país de origen: la variante Brasilera, la variante Inglesa, la variante India, la variante Surafricana, pero recientemente se decidió describirlas con letras del alfabeto griego: alfa, beta, gamma y delta, entre otras.
La variante delta infecta y contagia más, genera más complicaciones como hospitalizaciones y muertes y se ha encontrado especialmente en poblaciones jóvenes y no vacunadas.
En los EE.UU. se han identificado en más de 50% de los casos y es ya el virus predominante en estados donde los porcentajes de inmunizados son bajos.
Los virus tienden a no cambiar, a no generar variantes si se encuentran en poblaciones vacunadas.
Es por esto que la mejor estrategia que tenemos en el momento, en contra de las variantes del virus del COVID-19 y especialmente con la delta, es inyectarnos.
Las opciones de protección con las que contamos hoy en día han demostrado ser efectivas en proteger contra el virus del COVID-19, incluyendo la variante delta.
Hoy en día tenemos a disposición tres vacunas contra el COVID-19 aprobadas en los EE.UU.
-Pfizer, aprobada para mayores de 12 años, requiere dos dosis, la segunda a los 21 días.
-Moderna, solo autorizada para mayores de 18 años con solicitud de aprobación para su administración en mayores de 12, requiere dos dosis, la segunda a los 28 días.
-Johnson & Johnson, aprobada para mayores de 18 años, solo necesita una dosis.
Para que estas vacunas fueran aprobadas, debieron demostrar ser efectivas y seguras.
Durante varios meses, miles de voluntarios participaron en los estudios de investigación, certificando que son “seguras y eficaces”. Los primeros ensayos incluyeron adultos.
Después de haber sido aprobado su uso y administradas a millones de personas en los EE.UU. y en el mundo entero, se hicieron investigaciones en jóvenes mayores de 12 años, demostrando que también son “seguras y eficaces” en este rango de edad.
En cuanto a los efectos secundarios reportados, son todos mínimos y temporales, incluyendo fiebre, dolores musculares y articulares, dolor y enrojecimiento en el sitio de inyección, malestar general y agotamiento, que parecen ser más frecuentes después de la segunda dosis.
De todas formas, los efectos secundarios son transitorios y no duran más de 48 horas.
Las agencias reguladoras, los científicos y todos los médicos seguimos monitoreando en caso de que se lleguen a presentar efectos secundarios mayores.
Para este mes de julio, habrá probablemente más de 150 millones de personas vacunadas en los EE.UU. y más de 1,000 millones en el mundo entero.
El que estas inyecciones hayan sido administradas en tantos millones de personas a nivel nacional y global confirma que son seguras y eficaces.
Algunas personas tienen miedo a vacunarse. Si hay que tener temor a algo, es a la enfermedad producida por el COVID-19.
Las vacunas no producen la enfermedad; por el contrario la previenen.
El coronavirus ha demostrado ser de alto contagio, de alto riesgo de hospitalización y de alta mortalidad, especialmente en los casos por variantes genéticas como las de Brasil, el Reino Unido, Sudáfrica e India.
Incluso, aquellos recuperados de la enfermedad han quedado con efectos a largo plazo.
Un tercio de los pacientes hospitalizados por COVID-19 presentan cambios pulmonares un año después.
Los estudios de las tres vacunas Pfizer, Moderna y Johnson & Johnson han demostrado una eficacia para proteger contra el COVID-19 y especialmente contra las complicaciones que llevan a la hospitalización, intubación y muerte entre un 95 y 100%.
Aquellas personas que reciban la vacuna tienen prácticamente una probabilidad cercana a cero de enfermarse gravemente, ser hospitalizados o llegar a morir por COVID-19.
La mejor forma de protegernos contra las variantes del virus del COVID-19 y especialmente contra la Delta es inyectarnos.
¡Vacunémonos todos!